Por José Mª Fresneda Fresneda, Secretario General de ASAJA CLM
Llega un momento en el que resulta molesto ver, leer y escuchar en los medios de comunicación de masas determinadas noticias, a pesar de tratarse de temas de interés general para todos los ciudadanos, ya sea sanidad, educación, agua o las desgarradoras cifras del paro. La globalización de los medios de comunicación han derivado en que los temas sobre los que se habla y se discute, así como su importancia, su orden y la manera de transmitirlos (la llamada teoría de la agenda setting) se repitan constantemente en los informativos, obviando otras noticias por los motivos que sean. En definitiva, los temas que creen que preocupan a los españoles, se repiten una y otra vez: los ciudadanos quieren saber sobre ellos, los representantes del pueblo o los gestores de la voluntad popular hablan aun más de ellos mismos y los medios reflejan dicha información.
La irritación que resulta del conocimiento de esas noticias viene alimentada, en cierta forma, por el papel que desempeñan en este bucle estos ciudadanos que se dedican a hacer política (o su propia política). La mayoría de estas personas, ejerciendo su función de transmitir lo que opinan los ciudadanos, hablan una y otra vez de las cuestiones que más preocupan a los españoles. Pero tanto “hablar por hablar” ha derivado en una aguda desconfianza del pueblo hacia ellos y hacia las instituciones. Los ciudadanos estamos hartos del debate estéril, del cruce innecesario de improperios y de la demagogia en sí. Estas personas se han olvidado de su función más importante, la del servicio a la sociedad y a su bienestar general, atentando contra los verdaderos valores de la política, que es estar al servicio de los ciudadanos. Con esos términos es con los que se mide el valor de su profesión. Y, en este país, se les ha olvidado.
Por tanto, los ciudadanos les debemos exigir profesionalidad, porque si no son profesionales en sus puestos de trabajo, habría que preparar un ERE y despedirlos: nuestros representantes, de unos u otros partidos, deben promover políticas valientes y dejar atrás maniobras de despiste que insultan a la inteligencia del pueblo español.
Somos conscientes de que la situación de crisis que atravesamos, de la incertidumbre que se genera por si nuestra economía acaba poniéndose en manos de tecnócratas comunitarios y, en definitiva, de lo duro que es para todos este escenario. Pero su crudeza no les exculpa de los malos hábitos demagógicos que han adquirido a lo largo de tantos años. Precisamente por este contexto económico que atravesamos, hay que dejar de hacer luchas partidistas y dedicarse a aportar ideas para mejorar la situación. Hay que trabajar duramente y presentar propuestas. Hay que llegar a acuerdos entre Gobierno y oposición que, además ayudaría a proyectar una imagen de fortaleza hacia el exterior. Y más aún, hay que plasmar las propuestas en medidas legislativas. Si con el arranque del nuevo curso político esto no sucede, al final los electores se volverán contra los que han obtenido sus escaños en forma de desprecio.
Centrémonos ahora en los temas de actualidad e interés agrarios, en las propuestas y en las medidas legislativas de las mismas. Los agricultores y ganaderos están abrumados de asistir como público al espectáculo que ofrecen los actores que llenan los arcos parlamentarios.
El ciudadano no quiere ver más como se matan por ver quién grita más fuerte para hablar del agua. El ciudadano quiere un Plan Hidrológico Nacional que venga a poner fin a años de demagogia y estéril oratoria. Y, por supuesto, a solucionar los problemas hidráulicos que tanto daño han hecho y tantos enfrentamientos autonómicos han provocado.
Los agricultores y ganaderos, y sobre todo los consumidores, ya sabemos del tremendo desequilibrio que existe en la cadena alimentaria, de la indefensa posición que tiene el productor frente a una parte de la gran distribución, y también sabemos el problemón que existe en materia de precios agrarios. No nos hacen falta más estudios que nos lo cuenten otra vez. Lo que necesitamos es que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente se ponga manos a la obra y comience urgentemente los trámites de las dos normas que ha anunciado: una para mejorar la cadena de distribución y otra para favorecer el asociacionismo y evitar la atomización del sector a la hora de comercializar para mejorar la posición negociadora del sector agropecuario.
Y, por último, no nos reiteren más lo que el campo español se juega en la reforma de la Política Agraria Común. Luchen por defender lo nuestro, negocien incansablemente en Bruselas y demuestren, como así hacen otros muchos países, que conseguir en España una Política Agraria Nacional fuerte no es un sueño, sino que debe ser una realidad, sobretodo, porque ya vienen contempladas en las 66 medidas anunciadas por Arias Cañete.
En definitiva queremos que se mime al sector porque se lo merece. Porque mimando al sector financiero no se está generando el empleo que es capaz de crear el sector agropecuario. Porque descuidando a los ganaderos y a los agricultores estamos abocando a este país a buscar alimentos fuera de nuestras fronteras y, más aún, estamos intensificando la crisis de alimentos que existe en el mundo y que, desgraciadamente, pagan los más débiles. Y no lo digo yo, lo dice la FAO. Gracias al trabajo de los profesionales del campo, todos tenemos garantizados alimentos en cantidad y calidad suficientes. Y porque si no somos capaces de entender que el campo es y será siempre el colchón que protege ante una gran caída en épocas de vacas flacas, tampoco conseguiremos que este país vuelva a respirar.
Así pues, señores representantes de los españoles elegidos en las urnas que se ubican en las escuelas de nuestros pueblos, no echen en saco roto el enorme esfuerzo y sacrificio que están haciendo los agricultores y las familias. Utilícenlo para devolver la paz y la tranquilidad económica en los hogares españoles, fundamentalmente, en los del medio rural, porque precisamente ellos son los que no han provocado esta crisis.