Hace unos días leía en un diario de tirada nacional un artículo titulado \'La Política Agrícola Común, cada vez más cuestionada\', en el que se decía que la idea de mercados competitivos y producir lo necesario, siempre dentro de una idea de autoabastecimiento comunitario, está empezando a quedar en entredicho.
Lo cierto es que cada vez son más las voces que se están alzando contra la reforma de la Política Agrícola Común (PAC ) que se llevó a cabo en 2003, todo ello en la víspera de que la Comisión Europea inicie el proceso de consultas para la reforma de la PAC que debe llevarse a cabo antes de 2013 para evitar por más tiempo esta situación moribunda de la actual política agraria europea.Digo esto porque la grave crisis ganadera de 2007 ha puesto de manifiesto que Bruselas carece de instrumentos de regulación para hacer frente a la evolución de los precios de las materias primas.
Muchos se han sorprendido por la subida de algunas materias producidas por el sector agrario; incluso, los agricultores, acostumbrados a padecer bajadas continúas de los precios en origen han recibido con cierta extrañeza esa tendencia alcista del precio de los cereales o de las oleaginosas que no es otra cosa que comprobar que su cereal o girasol se ha situado en unas cotas aceptables para que su explotación sea rentable.
Pues bien, las expectativas son similares para las próximas campañas debido, principalmente, a la creciente demanda de los países emergentes, por la sencilla razón de que chinos, indios y demás quieren comer mejor y en Europa no producimos lo suficiente y, claro está, en esto mucho tiene que ver la escasa relevancia que se viene dando a nuestra agricultura y ganadería con medidas que lo único que pretenden es asfixiar a los profesionales agrarios.
Ahora bien ¿puede decirse que los precios de esta campaña han sido fruto de la casualidad en un mundo globalizado en el que todo el que quiere puede conocer con exactitud la superficie sembrada, las estimaciones de oferta de producción y de demanda, o, por el contrario, obedece a una acción intencionada?
Quizá sea la experiencia, o simplemente cuestión de la edad pero, sinceramente, cada vez creo menos en las casualidades, sobre todo, cuando me refiero a la economía de mercado en la que casi todo obedece al principio de causa-efecto.
Por eso, me planteo estas dos preguntas: ¿quién se ha beneficiado realmente de estas subida? ¿quiénes son capaces de influir para que esto ocurra?
Sería demasiado ingenuo decir que los agricultores que llevan años soportando los incrementos de los costes de producción mientras que el precio de su producto, por ejemplo, el cereal seguía anclado en el pasado: 17 pesetas el kilo (12 céntimos de euro) que no dejaba ningún margen de ganancia. La única satisfacción que han obtenido ha sido conseguir por un año unas explotaciones algo más rentables–y parece obvio que todo empresario tiene derecho a sacar rentabilidad por su trabajo, incluido el agrario.-
Dicho esto, la respuesta a las preguntas formuladas anteriormente sólo puede ser una: los que más se han beneficiado del alza de los precios de las materias primas son los principales países productores y exportadores agrícolas como son Estados Unidos y los del grupo de Cairns, entre los que se encuentra Argentina, Australia, Brasil o Canadá.
Es por ello que hace falta una nueva Política Agrícola Común que lejos de plantear restricciones en el presupuesto comunitario adopte un nuevo marco que permita afrontar con éxito las tendencias actuales en cuanto a la creciente demanda de alimentación de productos básicos por parte de países emergentes, la estabilización de los mercados o el equilibrio territorial.
Dice la comisaria de Agricultura, Mariann Fischer, que “los agricultores europeos deben ser competitivos en el mercado mundial. Deben ser libres para producir en función de lo que quiere el mercado y responder al desafío de una demanda en aumento” y añade que “la política agraria también debe reforzar la economía rural y proteger el campo y, ahora más que nunca, debe desempeñar un papel en la lucha contra el cambio climático”.
Hasta ahí la teoría, más o menos compartida pero... ¿qué está haciendo la Comisión Europea para lograr estos objetivos? ¿plantear una reducción en los pagos desacoplados a través de un paquete de medidas como la fijación de un tope por explotación, la degresividad o un porcentaje creciente de modulación obligatoria o introducir el principio de la cofinanciación de los pagos y apostar por la renacionalización de la PAC o fijar un papel preponderante del desarrollo rural con objetivos más ambiciosos y por tanto un número más amplio y variado de beneficiarios al margen de la producción agrícola?
Nada de esto supone una apuesta decidida por la agricultura europea por mantener unos precios rentables, a diferencia, por ejemplo, de lo que hace tiempo decidió la política americana apostando por la promoción de la producción y la exportación.
Exigimos, por tanto, un cambio de política agraria que apoye la agricultura como un sector estratégico, a la vez que premie al que produzca, no sólo con subvenciones sino con una auténtica política de precios.
Es difícil aventurarse a vislumbrar la PAC después de 2013 pero es seguro que los cada vez más importantes recortes presupuestarios van a desembocar en una profunda reestructuración de la PAC encaminada a un único pago por explotación muy ligado a la contribución de la agricultura al medio ambiente.
Es por ello que exigimos un mayor reconocimiento de la figura del agricultor –y, por ende, titular de la tierra- a la hora de legislar sobre políticas medioambientales. Cualquier limitación de su actividad deberá ser totalmente compensada.