Los agricultores y ganaderos están furiosos. Sienten impotencia. Habían hecho planes para el futuro de sus explotaciones que se han venido abajo. Les impulsan a emprender y mejorar y les aseguran una ayuda para poder invertir. Pero, al final, por la letra pequeña, muchos se han quedado fuera. Sus iniciativas han quedado frustradas. Quizá, si no los hubieran animado a hacerse el cuento de la lechera, ahora no estarían decepcionados.
Hablamos de más de 1.900 agricultores que han visto decenas de veces al Consejero de Agricultura anunciando una millonada de euros para el campo en el programa de Jaramillo, o quizá escuchado en la radio mientras cosechaban con el tractor o leído en otros medios en sus ratos de ocio. Ayudas, que iban a llegar a todos pero que, a la hora de la verdad, ellos no las han visto.
Hablamos con algunos de los afectados. La mayoría no quiere contar su caso, tienen miedo a represalias, “a consecuencias negativas por quejarse en alto”, nos dicen. No importa, la cara la ponemos nosotros. Pero detrás de cada expediente, hay una persona y una historia.
Como la del joven de 27 años que tiene la explotación en un pueblo de La Alcarria conquense. Se incorporó a la agricultura con la convocatoria de ayudas de 2016. Tiene una explotación con unas 100 hectáreas de herbáceos y olivar. En esta última convocatoria de planes de mejora solicitó un atomizador para tratamiento del olivar y un GPS.
Cumplía los requisitos para acceder a las ayudas de inversiones. Así que se pasó por su oficina de ASAJA Cuenca y la técnica, que para eso ha estudiado, le tramitó un plan que le llevó días elaborar.
Hace unos días, recibió una comunicación de la Consejería de Agricultura a través de su entidad colaboradora, ASAJA Cuenca. Por fin habían resuelto la convocatoria de ayudas que pidió en 2018. Según la resolución provisional favorable, le corresponderían más de 12.000 euros.
Y aquí es cuando cae el jarro de agua fría. Debería haber recibido una resolución denegatoria porque, en realidad, como bien le ha explicado su asesora de ASAJA, lamentándolo mucho, su expediente no alcanza la puntuación de corte, que ha quedado establecido en 64 puntos por falta de presupuesto, (aunque en febrero nos decían que sería 50 puntos) “y no vas a cobrar ni un duro”.
Otro caso lo encontramos en Malagón, provincia de Ciudad Real. Un joven de 30 años que, en 2014, una vez terminó sus estudios superiores, optó por quedarse en el pueblo y continuar con el legado de su padre. Un enamorado del mundo rural que está perdiendo las esperanzas en la apuesta que hizo por el sector agrario. Y es que afronta serios problemas de rentabilidad cada vez más insalvables por los bajos precios de los productos. Más de 100 hectáreas de viña y olivar tradicional que ha completado con frutos secos.
En la última convocatoria de planes de mejora, solicitó un remolque especial de acero inoxidable y un proyecto de electrificación de la explotación por energía solar con bombeo, totalmente terminada. Cumplía los requisitos para acceder a las ayudas de inversiones, ambas innovadoras. Una inversión que rondaría los 24.000 euros y que, de haber superado la puntuación de corte provisional establecida por la Consejería de Agricultura, hubiera supuesto una ayuda para este joven de 15.000 euros.
Es joven agricultor, tiene una explotación prioritaria, pertenece a una EAPIR y cuenta con seguros agrarios. Todos requisitos que suman muchos puntos, de hecho, se ha quedado con 57, a las puertas de la nota de corte tan alta impuesta por falta de presupuesto.
Tampoco tendrán ayudas el conquense que solicitó un tractor y una solera de hormigón ni el toledano que pidió unas placas solares. También se frustró el sueño del joven de Villamayor de Santiago que, con 24 años, quería aumentar la rentabilidad de su explotación y solicitó su electrificación, unos arados, una máquina de autoguiado y un tractor, una inversión que rondaba los 80.000 euros.
Y así, hasta más de 1.900 historias, con sus más de 1.900 familias, que creyeron en los discursos políticos, generaron expectativas y ahora están frustrados. Es una putada, sin más.
Y contamos esto solo con una finalidad: que no se repita la historia. Y, para ello, la agricultura y la ganadería deben salir del juego político. Gestionar y pagar las ayudas no es una cuestión política, y menos ideológica. Enhorabuena por conseguir triplicar las ayudas frente al Ejecutivo anterior, pero lamentamos que no se hayan podido cuadriplicar para que entraran estos 1.900 interesados.
La solución pasa por poner encima de la mesa presupuesto. Para hacer frente a esos expedientes, se necesitarían unos 35 millones de euros. Teniendo en cuenta que el 75% viene financiado de Europa, y el 7,5% del Ministerio de Agricultura, al Gobierno regional le costarían alrededor de 8 millones de euros. Además, buena parte de esta cantidad, regresaría a las arcas autonómicas en forma de impuestos en las propias inversiones.
La crítica únicamente va dirigida a las falsas expectativas. El dinero viene de Europa, generado por el trabajo de los agricultores y ganaderos, y la Consejería de Agricultura solo tiene que gestionarlo y asegurarse de que llega a las cuentas de los beneficiarios. Si la Consejería gestiona ágil y eficazmente, agricultores y ganaderos contentos. Y si ellos están contentos, nosotros también.
Así que, si todos queremos lo mismo, sobran ideologías. Y, dado que ya han anunciado una nueva línea de incorporación de jóvenes con planes de mejora añadida, antes de que acabe el año, acepten nuestra crítica y no frustren a nadie más por la acción política. Los incumplimientos políticos no son una cuestión ideológica.
Al respecto, nuestros socios explican que ellos también se dan cuenta de que las declaraciones de la Consejería de Agricultura sobre las ayudas de la Política Agraria Comunitaria (PAC) son el titular del día aprovechando cualquier evento o visita donde se reúnen unos cuantos agricultores y ganaderos (y/o votos). “Nos tratan como a ovejas, pero conocemos las competencias de la Consejería y percibimos las estrategias políticas por muchos millones que cuenten y vuelvan a contar”. Al final, el mensaje erróneo cala en la sociedad y, quizá, sirva para la opinión pública, pero no soluciona los problemas del sector agrario. Se pretende emitir identidad, pero se percibe imagen.
No es desleal aquel que dice con educación y con criterios objetivos lo que está pasando mientras tienda la mano. Desleal es asumir compromisos y no cumplirlos (nos ahorramos los ejemplos).