- Por José Mª Fresneda, secretario general de ASAJA Castilla-La Mancha
Si algo puede salir mal, parafraseando la Ley de Murphy, empeorará. 2020 ha sido malo, pero 2021 ha empezado mucho peor. El campo estaba manifestándose cuando llegó el Covid-19. Los precios por los suelos y el injusto reparto de valor en la cadena alimentaria eran motivos más que suficientes. Mientras a la distribución, industria y cooperativas les cuadran las cuentas, los productores ni cubren los costes de producción.
Con la pandemia abandonaron las movilizaciones y se dedicaron a garantizar el abastecimiento de alimentos en los hogares españoles. No faltaron un día a su trabajo y, cuando terminaban sus tareas, se iban a desinfectar sus pueblos. Las consecuencias de la crisis, fundamentalmente el cierre del canal HORECA, les están castigando con saña.
Después llegó “Filomena”, el temporal de nieve y frío que paralizó a media España, dejando carreteras y caminos intransitables. Y otra vez, los agricultores salieron con sus tractores a la calle, en esta ocasión, para limpiar la nieve dejada por la borrasca, ayudando desinteresadamente a que no quedaran aislados los pueblos. Como consecuencia del temporal, han perdido parte de sus cosechas y de su ganado y han visto derrumbarse sus instalaciones.
Tanto pandemias como filomenas no dejan de ser tragedias y catástrofes difícilmente evitables, pero el resto de las causas que han llevado a la crítica situación son fruto de la falta de voluntad de unos y de la parsimonia de otros.
Llegados a este punto haremos hincapié en tres temas prioritarios para el conjunto de productores de cara al 2021, primero, porque se merecen corresponsabilidad y, segundo, para que su esencialidad sea algo más que un titular de prensa.
Con la aprobación de la Ley de la cadena alimentaria, España entró entre los países pioneros en la regulación de las relaciones comerciales y, pasados unos años, es evidente que queda mucho por mejorar. Ahora, estamos inmersos en su reforma y debemos convertirla en una oportunidad para dar un nuevo impulso en la dirección correcta: el reequilibrio de la fuerza negociadora entre los eslabones.
Hemos de conseguir que los precios se formen de abajo arriba y no como en la actualidad, donde cada uno de los agentes se deducen los márgenes comerciales y el productor recibe una remuneración residual. Si queremos mantener la producción es necesario que los agricultores reciban una retribución equivalente, al menos, al coste de producción.
Sobre la Política Agraria Común (PAC), se están imponiendo limitaciones al sistema productivo y un modelo conservacionista, a pesar de las recomendaciones de abastecimiento de alimentos de organismos como la FAO o la OMS.
Cada vez hay más lobos y menos ovejas. El Consejo de Ministros de la UE propone que los eco-esquemas (ayudas para cumplir prácticas beneficiosas para el medioambiente) alcancen el 20 % de las subvenciones directas. El Parlamento, un 30 %. Y, mientras se insiste en el incremento de estas obligaciones del Pacto Verde europeo, se olvidan de exigirlos también a los productos importados.
A nuestros productores se les pide más esfuerzos con menos presupuesto gracias a las presiones de los que quieren pisar moqueta en los despachos. La PAC debe tener suficiente fuerza para enfrentarse a los mercados internacionales y conseguir que los productores reciban unos precios justos.
En materia de agua, se estila la política del recorte, penalizando al que actúa dentro de la legalidad y olvidando a los jóvenes que quieren un negocio rentable. Agua hay para todos, siempre que se gestione mejor y se controle a los que actúan al margen de la ley.
Para terminar, solo cabe recordar que las manifestaciones fueron aplazadas, no paralizadas. Volveremos.