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Apicultores, guardianes del planeta

Jueves, 11 de octubre de 2018

-Por José María Fresneda, Secretario General de ASAJA Castilla-La Mancha.

Nadie pone en duda el papel vital de estos himenópteros en la naturaleza. Algunos expertos aseguran incluso que su desaparición conllevaría la nuestra como especie. Lo cierto es que nuestro ecosistema, y también nuestra agricultura, depende de las abejas, principalmente, para polinizarlo. Muchas plantas, flores, árboles y arbustos han de ser polinizados para continuar su ciclo de vida. Otros polinizadores, insectos y animales, dependen de estas plantas para comer. Sin las abejas, nuestro ecosistema está en peligro de colapsar.

Y de la importancia de este animal, la relevancia de los apicultores. La apicultura ha sido siempre una actividad tradicional en nuestro país. Un sector que ha sobrevivido a importantes trances: crisis migratorias, crisis de precios, importación de mieles, enfermedades… pero siempre sale reforzado.

En la actualidad, la apicultura española, la mayor productora comunitaria, se ha tecnificado y modernizado y es la más profesionalizada de Europa. España produce unas 30.000 toneladas de miel, concentrada, sobre todo, en Andalucía, Comunidad Valenciana, Castilla y León y Extremadura. Castilla-La Mancha ocupa el quinto lugar en la lista nacional, con unas 2.300 toneladas de miel.

Según los datos del Registro general de explotaciones ganaderas, REGA, el número de apicultores en España es de 31.527, de los que más del 18% son profesionales (definidos como aquellos cuyas explotaciones reúnen más de 150 colmenas)

Hay, de hecho, dos apiculturas diferentes: la existente en la zona norte y noroeste (caracterizada por el alto grado de “hobbistas” y de apicultores pequeños o no profesionales que, en su mayoría, no practican la trashumancia) y la apicultura practicada en el centro y sur y sureste de la península (con un mayor grado de profesionalización y mayoritariamente trashumante).

Los apicultores profesionales, los que viven de esta actividad, tienen que enfrentarse a muchas dificultades, como las derivadas del cambio climático. Los años ya no son como antes, los ciclos han cambiado. No tenemos las mismas lluvias, ni los mismos inviernos y eso pasa factura, por ejemplo, con enfermedades y patologías que matan a nuestras abejas, como la varroa.

Sin embargo, hay que ser optimista respecto al futuro de las abejas por el cambio climático. La abeja es un insecto antiquísimo y se adaptará, como lo ha hecho siempre. Los insectos han colonizado la tierra y son seres vivos con la capacidad biológica más fuerte que existe.

También preocupa la llamada Avispa Asiática o Vespa Vellutina. Se trata de una especie exótica e invasora procedente de Asia que entró en España en 2010 y a día de hoy ha invadido ya toda la cornisa cantábrica, entrando también en el norte de Castilla y León.

Esta avispa de gran tamaño, unos 3 centímetros, es carnívora y ha encontrado en España una gran cantidad de alimentos debido al elevado número de colmenas que hay en nuestro país. El problema es grave y está afectando a nuestra cabaña apícola, ya que esta especie no tiene depredador natural. Nuestra abeja autóctona aún no ha aprendido a defenderse de la Velutina.

Pero como bien explican desde la Asociación de Apicultores de Guadalajara, ambas especies competirán por el mismo ecosistema y nuestra abeja y avispas aprenderán a defenderse. De hecho, tenemos una avispa más grande, la vespa crabro, que es la única que puede plantar cara a la Velutina. Pero, de momento no ha llegado al centro y es muy difícil que llegue, ya que necesita un clima continental. Aunque es posible que, con el tiempo, la especie invasora se adapte a nuestro clima mediterráneo y se expanda por el resto de España.

Pero, aparte de estos problemas derivados del comportamiento de la propia naturaleza, los apicultores se enfrentan a un grave obstáculo procedente de la propia intervención humana. Se trata de la falta de transparencia en el etiquetado y en la trazabilidad de la miel.

La normativa actual española no obliga a detallar el país de origen ni el porcentaje en el etiquetado de la miel. Es decir, se permite a los operadores etiquetar mieles con menos del 1 por ciento de miel de la UE como “mezcla de mieles UE-no UE” sin indicar los países en los que las mieles fueron recolectadas, o etiquetar como “mezcla de mieles no UE” sin indicar si la miel comercializada proviene de China, Ucrania o Argentina, por citar sólo algunos ejemplos.

Esta norma, que desde ASAJA se ha pedido modificar, atenta contra lo establecido en la normativa comunitaria en materia de etiquetado, presentación y publicidad de los productos alimenticios, ya que, las leyendas admitidas por la legislación inducen a confusión.

Además, los consumidores no cuentan con la información real y no tienen la libre elección para comprar la miel de nuestros apicultores, con unas cualidades y calidades extraordinarias, a diferencia de la importada de países terceros. Nuestra miel se produce al amparo del modelo de producción más exigente del mundo, el cual tiene, como principal objetivo, obtener alimentos sanos, seguros y responsables con el medio ambiente.

Así pues, y dada la importancia de los apicultores, desde las Administraciones deben tomar cartas en el asunto y evitar poner trabas a un sector cuya trascendencia va más allá de la propia economía. Los apicultores son los guardianes del planeta, y debemos cuidarlos, pues si desaparecen las abejas, nuestra propia existencia estaría en peligro de extinción.


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