Por José María Fresneda, presidente de ASAJA Castilla-La Mancha y Juan Sebastián Castillo Valero, director de la sección de Economía Agroalimentaria del Instituto Desarrollo Regional-UCLM.
A veces las horas que compartimos por motivos profesionales derivan en interminables conversaciones de amigos a los que nos une la preocupación por el momento que vive el sector agropecuario.
Fruto de esas horas de conversación surge esta reflexión que queremos compartir con todo el que disponga de unos minutos para leerla.
Pensando en el futuro, en un futuro inmediato, observamos que estamos entrando en lo que conocemos como Agricultura 5.0. Esta revolución no sólo supone un cambio de tecnologías, sino que se va a hacer teniendo en cuenta una serie de puntos:
En primer lugar, a las personas, porque será una agricultura social, permitiendo que los agricultores y ganaderos no estén toda la vida trabajando, puedan jubilarse como cualquier ciudadano y puedan disfrutar de sus nietos o de unas modestas vacaciones…, en definitiva, de dignidad.
En segundo lugar, permitirá que nuestra gente viva de su esfuerzo, de su trabajo, de la explotación, de sus modestos patrimonios, de sus inversiones…, una agricultura económicamente viable y estable, que no se tenga que mirar al cielo a ver qué tiempo hace o viene, sino a observar los drones u otras tecnologías que nos están llegando y estamos asumiendo con total naturalidad, además de permitirnos luchar contra ‘las vecerías’ (de todos los sectores, no sólo del olivar) y, con ello, conseguir algo básico pero imprescindible: ahorros de costes y precios en origen remunerativos.
Y, en tercer lugar, demostrando que los agricultores y ganaderos pueden hacer la agricultura más sostenible, exquisita y ambientalmente responsable, sin que esta dimensión ambiental esté en manos de burócratas, ni urbanitas, sino de los propios agricultores.
La agricultura que viene…
Siempre nos ha fasciando el Dios Jano de los romanos. Jano siempre era representado con dos rostros: uno joven, que mira al pasado, y otro anciano, que mira al futuro.
Ese es nuestro sector, un Jano que siempre ha de conservar las raíces y traspasar la sabiduría cultural y social a los jóvenes y mirar al porvenir aun siendo ya mayores, sabiendo que hay futuro.
La agricultura no tiene, ni debe, hacer ajustes estructurales (como arranques o abandonos) o reconversiones salvajes cuando los mercados van mal y los precios en origen son desastrosos. El sector siempre ha pasado por años buenos y años malos, por ciclos, por dientes de sierra en los altibajos de precios y producciones… Pero eso no va a provocar que nuestro trabajo se abandone en medio de la desesperanza y el derrotismo.
La agricultura que queremos y vamos a conseguir es de la siguiente manera:
- Una agricultura y ganadería económicamente viables: moderna y de vanguardia, eficiente, competitiva, con buena gestión de medios y ahorro de costes… que conecte con el mundo financiero, trabaje en los mercados a tiempo real, abierta a las nuevas tecnologías, incluyendo la inteligencia artificial... Y, para eso, necesitamos sólo dos instrumentos, aunque fundamentales e inexcusables: agua y jóvenes.
- Un sector digno socialmente, concertando con la industria y la distribución, las condiciones y retribuciones justas, permitiendo un verdadero relevo generacional, una jubilación decente. Necesitamos un verdadero plan de apoyo público a nuestra reconversión social (la única que aún no se ha producido, pues los bancos o las empresas tecnológicas y energéticas, por poner un ejemplo, jubilan anticipadamente con 55 años o menos. Y, nuestro sector, ¿nunca puede jubilarse?, ¿con 80 y se sigue trabajando?, ¿los que producimos alimentos somos menos que ellos?, ¿estamos en un estado social y de derecho? Necesitamos éste (no otro) apoyo público, valiente y decidido para este reto que es justo e imprescindible.
- Y vamos a conseguir un sector primario, que ya es, pero va a acelerar su reto: ser ambientalmente eficaz y responsable. Somos ya, y lo seremos más, la punta de lanza en la lucha contra el cambio climático y vamos articular, los primeros, la agricultura de carbono; la reducción de huella hídrica (Castilla-La Mancha es la región que ha ahorrado más agua por unidad de producto de toda España en la última década y, esto, no se dice); la utilización de energías renovables, seremos vanguardia en la agricultura regenerativa (una versión más real y avanzada de esa que se acaba de aprobar en la Cumbre del Clima de Dubái). Nuestros suelos son lo más sagrado que tenemos y, por eso, sabemos, y sabremos más, cuidarlos y hacerlos productivos sin dañarlos; y la ganadería del bienestar, esa que tiene los mayores estándares en materia de bienestar social, reutilización de residuos o sanidad y seguridad alimentaria. ¿Qué necesitamos?
Primero, que la sociedad, que tan concienciada está con este tema, sea nuestra aliada, que nos deje articular esos ingresos complementarios de estas actuaciones, de producir estos bienes intangibles: poder comerciar con los créditos de carbono, poder ser remunerados por la cesión de nuestros datos (esos que utilizan las grandes empresas de suministros o de nuevas tecnologías, aprovechándose de nuestros cuadernos de campo, por ejemplo), poder ser percibidos por los ciudadanos como los ‘fundamentalistas’ de cuidar bien de nuestros animales (que son nuestro patrimonio y capital) y producir con un esmero encomiable y no como un potencial ‘maltratador animal’. Y, para eso, los ciudadanos y consumidores deben ser capaces de diferenciarnos.
Y también deben saber que muchos de los productos de fuera, los que importamos, no compiten en esta ‘división de honor’ de bienestar. Y, para ello, en la Unión Europea tendría que hacerse un ‘ajuste de carbono’ en frontera para alimentos y materias primas, igual que el que se está haciendo para las compras de fertilizantes, un seguimiento de trazabilidad y de bienestar social a las compras exteriores de productos de origen animal. Y, a su vez nosotros, que somos la vanguardia mundial en estos aspectos, explicar al mundo de fuera de la Unión Europea lo que le estamos ofreciendo: unos productos únicos como vectores sostenibles y seguros, así como que la competencia no sólo sea por precios, sino también por la calidad y la responsabilidad social y ambiental en la que nosotros producimos, que no tiene comparación ni parangón en ninguna otra parte del mundo.
Y este futuro inmediato es posible, por nuestra apuesta y nuestro sacrificio. Eso no va a ser lo limitante.
La industria va por su Cuarta Revolución Industrial, la Industria 4.0, la industria de lo digital y de los datos. Con la Inteligencia Artificial se habla ya de la Industria 5.0. La agricultura puede pasar directamente a este estadio, porque sabemos sacrificarnos, lo hemos demostrado, y sabemos estar a la vanguardia de lo que quiere la sociedad de nosotros, nos gustan los retos. Y, sobre todo, porque queremos que nuestros agricultores y ganaderos tengan lo que se merecen, una forma de ganarse la vida digna y socialmente reconocida.